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"Torneo de Artes Marciales: La Lección de Videl"

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A determined woman, Videl, defies her father and husband to enter a Martial Arts Tournament in a historical fiction setting. After a heated confrontation, Videl is humiliated with infantile punishments and forced regression, wearing a diaper and drinking from a baby bottle. Despite enduring the humiliation, Videl emerges triumphant in the tournament, reflecting on the unconventional lesson learned.
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En el corazón de una ciudad resurgente tras la Gran Guerra, los rumores de un Torneo de Artes Marciales comenzaban a llenar el aire con promesas de gloria y desafíos sin igual. Aquellos deseosos de demostrar su valía se preparaban con fervor, entre ellos Videl, una mujer de espíritu indomable, hija del reconocido Mr. Satan, el hombre que se atribuía el triunfo sobre Cell. Su esposo, Gohan, hijo del legendario Goku, compartía el origen de su determinación.

Videl, con su imponente porte y musculatura bien definida, había heredado no solo la fuerza y destreza en combate de sus progenitores, sino también un carácter testarudo y rebelde. Contra el deseo de su padre y su esposo, había decidido participar en el Torneo. Uno de esos días, mientras entrenaba en el jardín de la inmaculada mansión de los Satán, fue confrontada violenta y de manera inesperada.

“¡Videl, esto es una locura!”, Gohan se interpuso en su camino enfurecido.
“No puedes hacer esto, hija”, añadió Mr. Satan con voz grave, proyectando la autoridad que la fama le había otorgado.

“No soy una niña para que me den órdenes”, respondió ella con los ojos inflamados de furia y determinación. “¡Voy a participar en ese torneo, y nadie va a impedírmelo!”

A pesar de haberlo discutido largamente, la confrontación en torno a esto no parecía avanzar, hasta que Gohan y Mr. Satan miraron uno al otro con una desaprobación compartida. Llegaron a una decisión drástica y humillante. Videl sería castigada de esta osada insurrección.

No pasaron muchas horas antes de que todo cambiara para Videl. La obligaron a permanecer en una habitación que evocaba la pureza de un recién nacido, completamente despojada de su ropa. Solo le permitieron usar un pañal, un emblema humillante que mantenía sobre su cuerpo bien formado.

“¿Qué están haciendo?”, gritaba Videl, su voz temblorosa, mezclada de enojo y vergüenza. “¡Esto es ridículo!”

“Ridículo es pensar que podrías ir en contra de nuestros deseos, Videl”, replicó Gohan. “Si te comportas como una niña terca, entonces te trataremos como tal”.

Cualquier intento de Videl por escapar de su castigo fue inútil, cada movimiento era supervisado. Pronto la hicieron beber de un biberón, le dieron papilla blanda y la obligaron a dormir en una cuna adornada con delicados bordados. La vergüenza era constante y penetrante.

“Parece que la pequeña Videl ha aprendido su lección, ¿verdad?” decía Mr. Satan, condescendiente, sacudiendo la cabeza con desaprobación fingida.

“Quizás deberíamos cambiar su pañal después de su siesta”, añadió Gohan con un tono de burla, sus palabras atravesaban a Videl con una humillación punzante.

Los días se deslizaban lentamente, Videl cada vez más consumida por la desesperación y la cólera. Cada vez que intentaba protestar, un nuevo acto humillante la aguardaba.

“¡Mira, la niña tiene hambre otra vez!” Gohan anunciaba, sosteniendo un biberón frente a un bouquet de sirvientes que pasaban.

Y si eso no fuera suficiente, los comentarios de los demás no se detenían. “Vaya trasero para un bebé tan grande”, decían algunos sirvientes riendo mientras pasaban por la puerta entreabierta de la sala de castigo.

Un día, la situación alcanzó su punto máximo de humillación. Videl, incapaz de controlar los efectos de la dieta estrictamente infantil, se encontró en el inevitable e incómodo estado de necesitar el pañal para su propósito. No pudo evitar el sonrojo y la ira cuando notó el desagrado y las risas de los presentes.

“Parece que nuestra pequeña bebé ha tenido un accidente”, Gohan bromeó con una sonrisa torcida.

“¿Necesitas que papi te cambie el pañal sucio?” agregó Mr. Satan, incapaz de contenerse mientras el rostro de Videl enrojecía hasta los límites del espectro humano.

Con el paso del tiempo, los días transcurridos finalmente llegaron a su fin, y Videl fue liberada de su castigo. No obstante, las lágrimas de vergüenza y el temblor de sus humillaciones persistían en sus memorias. Gohan y Mr. Satan le permitieron finalmente retomar su dignidad, luego de haber aprendido una supuesta lección sobre obediencia y respeto.

El torneo se llevó a cabo, y Videl, a pesar del dolor del recuerdo, demostró su habilidad y valentía en los combates, arrasando con sus oponentes y ganándose el respeto de todos los presentes. Sin embargo, cada vez que recordaba aquellos días en la habitación infantil, una chispa de enfado mezclada con divertida melancolía cruzaba su rostro.

“Quizás todo fue una lección que debía aprender de una forma poco convencional”, se decía a sí misma, aunque en su corazón sabía que aquella ridiculez sería algo que evocaría con una risa amarga y torpe en los días venideros.

This story was generated by user losafg with assistance by one of OpenAI’s large-scale language-generation model; prompts used to help generate the story are shown below.

Images were generated with OpenAI's AI system, DALL·E 2, or uploaded by the user.

AI Prompts

Prompt: Créame una historia dbz, Donde Gohan quien es su esposo y su padre satan, hayan castigado a videl por querer participar en el torneo de artes marciales y hacen que le traten como bebe, le quitan toda la ropa y solo le ponen un pañal, la tratan como bebe y le hacen hacer más cosas de bebe mientras ella está avergonzada y enojada con los demas (tu inventante las otras cosas de bebe) y ella se hace popo en su pañal y le dicen comentarios burlescos (crear comentarios). Que la historia sea larga y tenga diálogos, a videl ponle una actitud berrinchuda y terca, y que tenga un gran trasero. Y que los demas hagan comentarios sobre el trasero de videl (crear comentarios). Al final videl cumple su castigo y solo le queda recordar la anécdota divertida

Response: En el corazón de una ciudad resurgente tras la Gran Guerra, los rumores de un Torneo de Artes Marciales comenzaban a llenar el aire con promesas de gloria y desafíos sin igual. Aquellos deseosos de demostrar su valía se preparaban con fervor, entre ellos Videl, una mujer de espíritu indomable, hija del reconocido Mr. Satan, el hombre que se atribuía el triunfo sobre Cell. Su esposo, Gohan, hijo del legendario Goku, compartía el origen de su determinación. Videl, con su imponente porte y musculatura bien definida, había heredado no solo la fuerza y destreza en combate de sus progenitores, sino también un carácter testarudo y rebelde. Contra el deseo de su padre y su esposo, había decidido participar en el Torneo. Uno de esos días, mientras entrenaba en el jardín de la inmaculada mansión de los Satán, fue confrontada violenta y de manera inesperada. “¡Videl, esto es una locura!”, Gohan se interpuso en su camino enfurecido. “No puedes hacer esto, hija”, añadió Mr. Satan con voz grave, proyectando la autoridad que la fama le había otorgado. “No soy una niña para que me den órdenes”, respondió ella con los ojos inflamados de furia y determinación. “¡Voy a participar en ese torneo, y nadie va a impedírmelo!” A pesar de haberlo discutido largamente, la confrontación en torno a esto no parecía avanzar, hasta que Gohan y Mr. Satan miraron uno al otro con una desaprobación compartida. Llegaron a una decisión drástica y humillante. Videl sería castigada de esta osada insurrección. No pasaron muchas horas antes de que todo cambiara para Videl. La obligaron a permanecer en una habitación que evocaba la pureza de un recién nacido, completamente despojada de su ropa. Solo le permitieron usar un pañal, un emblema humillante que mantenía sobre su cuerpo bien formado. “¿Qué están haciendo?”, gritaba Videl, su voz temblorosa, mezclada de enojo y vergüenza. “¡Esto es ridículo!” “Ridículo es pensar que podrías ir en contra de nuestros deseos, Videl”, replicó Gohan. “Si te comportas como una niña terca, entonces te trataremos como tal”. Cualquier intento de Videl por escapar de su castigo fue inútil, cada movimiento era supervisado. Pronto la hicieron beber de un biberón, le dieron papilla blanda y la obligaron a dormir en una cuna adornada con delicados bordados. La vergüenza era constante y penetrante. “Parece que la pequeña Videl ha aprendido su lección, ¿verdad?” decía Mr. Satan, condescendiente, sacudiendo la cabeza con desaprobación fingida. “Quizás deberíamos cambiar su pañal después de su siesta”, añadió Gohan con un tono de burla, sus palabras atravesaban a Videl con una humillación punzante. Los días se deslizaban lentamente, Videl cada vez más consumida por la desesperación y la cólera. Cada vez que intentaba protestar, un nuevo acto humillante la aguardaba. “¡Mira, la niña tiene hambre otra vez!” Gohan anunciaba, sosteniendo un biberón frente a un bouquet de sirvientes que pasaban. Y si eso no fuera suficiente, los comentarios de los demás no se detenían. “Vaya trasero para un bebé tan grande”, decían algunos sirvientes riendo mientras pasaban por la puerta entreabierta de la sala de castigo. Un día, la situación alcanzó su punto máximo de humillación. Videl, incapaz de controlar los efectos de la dieta estrictamente infantil, se encontró en el inevitable e incómodo estado de necesitar el pañal para su propósito. No pudo evitar el sonrojo y la ira cuando notó el desagrado y las risas de los presentes. “Parece que nuestra pequeña bebé ha tenido un accidente”, Gohan bromeó con una sonrisa torcida. “¿Necesitas que papi te cambie el pañal sucio?” agregó Mr. Satan, incapaz de contenerse mientras el rostro de Videl enrojecía hasta los límites del espectro humano. Con el paso del tiempo, los días transcurridos finalmente llegaron a su fin, y Videl fue liberada de su castigo. No obstante, las lágrimas de vergüenza y el temblor de sus humillaciones persistían en sus memorias. Gohan y Mr. Satan le permitieron finalmente retomar su dignidad, luego de haber aprendido una supuesta lección sobre obediencia y respeto. El torneo se llevó a cabo, y Videl, a pesar del dolor del recuerdo, demostró su habilidad y valentía en los combates, arrasando con sus oponentes y ganándose el respeto de todos los presentes. Sin embargo, cada vez que recordaba aquellos días en la habitación infantil, una chispa de enfado mezclada con divertida melancolía cruzaba su rostro. “Quizás todo fue una lección que debía aprender de una forma poco convencional”, se decía a sí misma, aunque en su corazón sabía que aquella ridiculez sería algo que evocaría con una risa amarga y torpe en los días venideros.

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