Era un día gris y aburrido en la escuela de Dimmsdale, perfecto para el temido día de exámenes. Timmy Turner, con su gorro rosa enclenque y su recopilación de malas decisiones mágicas perpetuas, estaba sentado en su clase de matemáticas. La maestra Crocker, con sus oídos siempre alertas para detectar cualquier '¡Hadaa-madrina! ¡Hadaa-madrina!', rondaba por el salón con una expresión de puro deleite sádico.
Sobre Timmy, como siempre, pendía un aura de desesperación. ¿Por qué? Simple: había olvidado estudiar y el examen era más cruel que darle a Vicky un certificado de niñera del año.
“Desearía no tener que tomar este estúpido examen,” murmuró Timmy, sin calcular bien las consecuencias como usualmente.
“¡POOF!” sonaron sus hadas madrinas Cosmo y Wanda que, escuchando sus deseos, hicieron su aparición en una nube de brillo.
“Concedido,” dijo Cosmo con un entusiasmo que podría rivalizar solamente con su carencia de sentido común.
Antes de que Timmy pudiera decir “¡Espera!”, su ropa comenzó a transformarse en un gorrito rosa de bebé y un pañal esponjoso. Su escritorio se convirtió en una luminosa silla de bebé, completa con un par de sonajeros en los laterales y una bandejita para que no escapara.
“Eh... Cosmo... ¿Wanda?” Timmy miró su reflejo con horror alzando la cabeza al ver a sus hadas a su alrededor.
“Ay, ay, ay,” dijo Wanda, “¡Cosmo, te dije que esta idea del niño solo para el examen no era lo que imaginaba Timmy!”
“¡A mí me sonó bien!” replicó Cosmo, tan despreocupado como siempre en su dimisión total de lógica.
Lamentablemente para Timmy, su crush, la resplandeciente Trixie Tang, justo entró en el aula en ese momento, probablemente en un giro del cruel destino que el universo reservaba siempre para Turner. Sus ojos se encontraron y se agruparon en unos cuantos segundos, justos para que Trixie viera a Timmy en su atuendo, soltando una risa que podía haber sido registrada en el Departamento de Risas Duraderas.
“Timmy... ¿qué... qué estás... usando?” Trixie preguntó entre risitas.
Timmy sintió sus mejillas quemar, y antes de poder controlarse, el nerviosismo se transformó en algo peor. Con la misma precisión que una tormenta de verano, su pañal emitió un sonido insufrible, seguido de un perfume que casi podía haber sido vendido bajo el nombre ‘Desastre Industrial’.
“¡Qué asco!” exclamó Trixie con una cara de absoluta desdicha mientras tapaba su nariz con elegancia.
Timmy se congeló. Todo el salón estalló en carcajadas, sus compañeros rodaban y gemían de risa. Chester y A.J. intentaron acercarse a Timmy para ayudar, pero no lograban dejar de reír lo suficiente como para ser útiles.
“Cálmate, cálmate,” dijo Wanda tratando de pacificar el pánico, “podemos solucionarlo.”
“¡Ah, ya sé!” intervino Cosmo con una sonrisa de oreja a oreja, “¡Podríamos desear que Trixie también use un pañal!”
“¡NO!” gritaron simultáneamente Timmy y Wanda, imaginando el desastre que eso sería.
“¡Esperen, esperen!” dijo Wanda con más lógica que en un aula de filosofía, “Simplemente deseemos que todo vuelva a la normalidad.”
En el último momento, cuando el bullicio alcanzaba niveles ensordecedores y Crocker entraba gritando algo sobre "evidencia de hadas", Timmy juntó las manos.
“¡Deseo que todo vuelva a la normalidad!” gritó.
Y con un “¡POOF!” más brillante que la última caída de confeti, todo volvió a ser como antes. Timmy estaba en su pupitre, su ropa intacta, sus compañeros confundidos y Crocker chocando contra la puerta mientras gritaba, “¡Sabía que aquí había hadas! ¡Lo sabía!”
“Maldición,” murmuró Crocker, mientras los niños a su alrededor seguían cabeceando y dudando de sus recuerdos momentáneos.
“Timmy, ¿te encuentras bien?” preguntó Trixie acercándosele, tal vez aún había un destello de interés o simple curiosidad por la excentricidad Turner.
“Sí... sí, estoy bien,” contestó Timmy, logrando mantener lo que quedaba de su dignidad.
“Qué bueno. Aunque suena raro, me gustaría verte feliz,” dijo Trixie con un encanto en su voz.
Timmy no podía creerlo.
“Gracias, Trixie.”
La campana sonó e, increíblemente, el examen fue olvidado, retrasado gracias al escándalo demasiado surrealista como para ser comprendido. Mientras todos salían, Wanda le susurró a Cosmo, “¿Ves? Todo se soluciona sin fraguar desastres hay que tener más cuidado con los deseos.”
“Lo recordaré para la próxima vez... o tal vez no, ¡qué divertido deseas Timmy!”
Timmy simplemente rió, contento de haber sobrevivido una vez más, aunque probablemente no recordaría que estudiar era más sencillo que lidiar con los efectos no deseados de la magia.
This story was generated by user stephano49 with assistance by one of OpenAI’s large-scale language-generation model; prompts used to help generate the story are shown below.
Images were generated with OpenAI's AI system, DALL·E 2, or uploaded by the user.
Prompt: Creame otra historia, de fairly oddparents, donde timmy este en la escuela. Timmy deseo que el sea el unico que no de la prueba, y entonces su ropa cambio con un gorrito rosa de bebe y un pañal y su carpeta por una silla de bebe. Despues entonces trixie la crush de timmy lo vio con su pañal, y el se sonrojo tanto que se hizo popo y (crea mas sobre la historia). Que la historia sea larga y que tenga dialogos
Response: Era un día gris y aburrido en la escuela de Dimmsdale, perfecto para el temido día de exámenes. Timmy Turner, con su gorro rosa enclenque y su recopilación de malas decisiones mágicas perpetuas, estaba sentado en su clase de matemáticas. La maestra Crocker, con sus oídos siempre alertas para detectar cualquier '¡Hadaa-madrina! ¡Hadaa-madrina!', rondaba por el salón con una expresión de puro deleite sádico. Sobre Timmy, como siempre, pendía un aura de desesperación. ¿Por qué? Simple: había olvidado estudiar y el examen era más cruel que darle a Vicky un certificado de niñera del año. “Desearía no tener que tomar este estúpido examen,” murmuró Timmy, sin calcular bien las consecuencias como usualmente. “¡POOF!” sonaron sus hadas madrinas Cosmo y Wanda que, escuchando sus deseos, hicieron su aparición en una nube de brillo. “Concedido,” dijo Cosmo con un entusiasmo que podría rivalizar solamente con su carencia de sentido común. Antes de que Timmy pudiera decir “¡Espera!”, su ropa comenzó a transformarse en un gorrito rosa de bebé y un pañal esponjoso. Su escritorio se convirtió en una luminosa silla de bebé, completa con un par de sonajeros en los laterales y una bandejita para que no escapara. “Eh... Cosmo... ¿Wanda?” Timmy miró su reflejo con horror alzando la cabeza al ver a sus hadas a su alrededor. “Ay, ay, ay,” dijo Wanda, “¡Cosmo, te dije que esta idea del niño solo para el examen no era lo que imaginaba Timmy!” “¡A mí me sonó bien!” replicó Cosmo, tan despreocupado como siempre en su dimisión total de lógica. Lamentablemente para Timmy, su crush, la resplandeciente Trixie Tang, justo entró en el aula en ese momento, probablemente en un giro del cruel destino que el universo reservaba siempre para Turner. Sus ojos se encontraron y se agruparon en unos cuantos segundos, justos para que Trixie viera a Timmy en su atuendo, soltando una risa que podía haber sido registrada en el Departamento de Risas Duraderas. “Timmy... ¿qué... qué estás... usando?” Trixie preguntó entre risitas. Timmy sintió sus mejillas quemar, y antes de poder controlarse, el nerviosismo se transformó en algo peor. Con la misma precisión que una tormenta de verano, su pañal emitió un sonido insufrible, seguido de un perfume que casi podía haber sido vendido bajo el nombre ‘Desastre Industrial’. “¡Qué asco!” exclamó Trixie con una cara de absoluta desdicha mientras tapaba su nariz con elegancia. Timmy se congeló. Todo el salón estalló en carcajadas, sus compañeros rodaban y gemían de risa. Chester y A.J. intentaron acercarse a Timmy para ayudar, pero no lograban dejar de reír lo suficiente como para ser útiles. “Cálmate, cálmate,” dijo Wanda tratando de pacificar el pánico, “podemos solucionarlo.” “¡Ah, ya sé!” intervino Cosmo con una sonrisa de oreja a oreja, “¡Podríamos desear que Trixie también use un pañal!” “¡NO!” gritaron simultáneamente Timmy y Wanda, imaginando el desastre que eso sería. “¡Esperen, esperen!” dijo Wanda con más lógica que en un aula de filosofía, “Simplemente deseemos que todo vuelva a la normalidad.” En el último momento, cuando el bullicio alcanzaba niveles ensordecedores y Crocker entraba gritando algo sobre "evidencia de hadas", Timmy juntó las manos. “¡Deseo que todo vuelva a la normalidad!” gritó. Y con un “¡POOF!” más brillante que la última caída de confeti, todo volvió a ser como antes. Timmy estaba en su pupitre, su ropa intacta, sus compañeros confundidos y Crocker chocando contra la puerta mientras gritaba, “¡Sabía que aquí había hadas! ¡Lo sabía!” “Maldición,” murmuró Crocker, mientras los niños a su alrededor seguían cabeceando y dudando de sus recuerdos momentáneos. “Timmy, ¿te encuentras bien?” preguntó Trixie acercándosele, tal vez aún había un destello de interés o simple curiosidad por la excentricidad Turner. “Sí... sí, estoy bien,” contestó Timmy, logrando mantener lo que quedaba de su dignidad. “Qué bueno. Aunque suena raro, me gustaría verte feliz,” dijo Trixie con un encanto en su voz. Timmy no podía creerlo. “Gracias, Trixie.” La campana sonó e, increíblemente, el examen fue olvidado, retrasado gracias al escándalo demasiado surrealista como para ser comprendido. Mientras todos salían, Wanda le susurró a Cosmo, “¿Ves? Todo se soluciona sin fraguar desastres hay que tener más cuidado con los deseos.” “Lo recordaré para la próxima vez... o tal vez no, ¡qué divertido deseas Timmy!” Timmy simplemente rió, contento de haber sobrevivido una vez más, aunque probablemente no recordaría que estudiar era más sencillo que lidiar con los efectos no deseados de la magia.
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