Lincoln Loud había soportado demasiadas bromas de Luan. Desde pasteles en la cara hasta aullidos de risas en sus momentos más embarazosos. Con el tiempo, la ira comenzó a burbujear en su interior, y Lincoln decidió que ya era suficiente. Era hora de darle a Luan una lección.
Lincoln se acercó a sus hermanas, Lena y Lana, y compartió su plan. Ellas estaban más que dispuestas a ayudar, ya que también habían sido víctimas de las bromas de Luan. La idea era simple, pero efectiva: harían que Luan fuera tratada como un bebé durante todo un día.
El plan se puso en marcha una mañana soleada. Se reunieron en la sala de estar, y Lincoln tomó la palabra.
—¡Bien, hermanas! Hoy vamos a darle a Luan una lección que nunca olvidará. —anunció, con una sonrisa maliciosa.
Lena y Lana asintieron, entusiasmadas.
Luna, quien también había escuchado sobre el plan, decidió unirse.
—¡Esto va a ser totalmente radical! —dijo Luna, riendo.
Todo comenzó con una llamada falsa de la escuela, informando que habría un día especial de "Disfraz de Bebé" en la casa Loud, y que todos debían participar. Lincoln, siendo el maestro en estrategias, pidió a Clyde que actuara como el falso director de la escuela, para que todo pareciera legítimo.
Luan, con su habitual sentido del humor, no sospechó nada.
—¡Ja! ¡Esto será un juego de bebés! —exclamó Luan, emocionada.
Pero lo que no sabía era que ella sería el centro de la broma. Lena y Lana se encargaron de diseñar el disfraz: un mameluco rosa con encajes, un babero enorme con la palabra "Bebé" bordada, y lo más humillante de todo: un pañal enorme.
Cuando llegó el momento, Luan comenzó a vestirse sin sospechar nada, pensando que era solo una broma tonta de la escuela.
—Esto es... interesante. —dijo Luan mientras se ponía el disfraz.
Lincoln, exitoso en ocultar su risa, la observaba a lo lejos. Finalmente, salió a la sala común donde los demás la esperaban. Hubo risas, pero esta vez, no las suyas.
—¡Oh, miren! ¡Es un bebé! —gritó Lincoln, señalando a Luan.
Los demás comenzaron a comportarse acorde al plan.
—Aw, ¿quién es una linda bebita? —dijo Luna con una voz suave, mientras tiraba suavemente de la mejilla de Luan.
El rostro de Luan se puso colorado de inmediato. Intentó reír, pero el rubor en su cara traicionaba su incomodidad. No pasó mucho tiempo antes de que Lena y Lana comenzaran con la próxima etapa del plan: cada vez que Luan trataba de hablar, alguien le metía un chupete en la boca.
—¡Mmmph! —protestó Luan, mientras Lena le metía el chupete.
—Los bebés no hablan, sólo balbucean. —dijo Lena con una sonrisa traviesa.
El día continuó, y Luan fue obligada a gatear en el suelo, beber de un biberón y, lo peor de todo, su obligación de usar el pañal comenzó a ser una humillación verdadera.
En un momento dado, Lincoln se acercó y le susurró.
—¿No es divertido cuando las bromas están del otro lado, Luan? —le dijo, con una sonrisa maliciosa.
El día entero fue una tortura para Luan. A medida que las horas pasaban, Lincoln y los demás disfrutaban de su dulce venganza, pero pronto el juego tomó un giro inesperado. De repente, Luan sintió un retortijón en el estómago, y antes de que pudiera detenerlo, se dio cuenta de lo que estaba por suceder. Un olor desagradable llenó la habitación.
—Oh no, nuestro bebito necesita un cambio de pañal. —dijo Lana, tratando de sonar seria, pero no podía contener la risa.
La cara de Luan era un poema de desesperación y vergüenza. Todos sabían que había llegado a su límite.
—¡Ok, ok, ya basta! —gritó Luan, tratando de quitarse el disfraz.
Lincoln reconoció ese tono. Sabía que habían llegado demasiado lejos y que ya era suficiente.
—Está bien, Luan, aquí termina la broma. Pero espero que hayas aprendido una lección. —dijo Lincoln, ayudándola a quitarse el disfraz.
Luan, aún roja y humillada, asintió.
—Lo he hecho... me he pasado de la raya con mis bromas. Esta vez fui yo quien probó su propio sabor. —admitió con una sonrisa avergonzada.
Y así, el reinado de bromas de Luan llegó a su fin. Lincoln y el resto de la familia aprendieron que la venganza puede ser dulce, pero también que es importante saber cuándo detenerse. Como resultado, las bromas en la casa Loud se volvieron más suaves y respetuosas, y aunque todavía reían juntos, siempre recordaban aquel día cuando Luan fue la "bebé" de la familia.
This story was generated by user losafg with assistance by one of OpenAI’s large-scale language-generation model; prompts used to help generate the story are shown below.
Images were generated with OpenAI's AI system, DALL·E 2, or uploaded by the user.
Prompt: Escribe una historia de the loud house, donde lincoln se venga de luan y hace que la traten como una bebe, pero que fisicanebte se vea igual, la humillan y le ponen un pañal y se hace popo. Que la historia sea larga, que haya momentos curiosos y que haiga dialogos
Response: Lincoln Loud había soportado demasiadas bromas de Luan. Desde pasteles en la cara hasta aullidos de risas en sus momentos más embarazosos. Con el tiempo, la ira comenzó a burbujear en su interior, y Lincoln decidió que ya era suficiente. Era hora de darle a Luan una lección. Lincoln se acercó a sus hermanas, Lena y Lana, y compartió su plan. Ellas estaban más que dispuestas a ayudar, ya que también habían sido víctimas de las bromas de Luan. La idea era simple, pero efectiva: harían que Luan fuera tratada como un bebé durante todo un día. El plan se puso en marcha una mañana soleada. Se reunieron en la sala de estar, y Lincoln tomó la palabra. —¡Bien, hermanas! Hoy vamos a darle a Luan una lección que nunca olvidará. —anunció, con una sonrisa maliciosa. Lena y Lana asintieron, entusiasmadas. Luna, quien también había escuchado sobre el plan, decidió unirse. —¡Esto va a ser totalmente radical! —dijo Luna, riendo. Todo comenzó con una llamada falsa de la escuela, informando que habría un día especial de "Disfraz de Bebé" en la casa Loud, y que todos debían participar. Lincoln, siendo el maestro en estrategias, pidió a Clyde que actuara como el falso director de la escuela, para que todo pareciera legítimo. Luan, con su habitual sentido del humor, no sospechó nada. —¡Ja! ¡Esto será un juego de bebés! —exclamó Luan, emocionada. Pero lo que no sabía era que ella sería el centro de la broma. Lena y Lana se encargaron de diseñar el disfraz: un mameluco rosa con encajes, un babero enorme con la palabra "Bebé" bordada, y lo más humillante de todo: un pañal enorme. Cuando llegó el momento, Luan comenzó a vestirse sin sospechar nada, pensando que era solo una broma tonta de la escuela. —Esto es... interesante. —dijo Luan mientras se ponía el disfraz. Lincoln, exitoso en ocultar su risa, la observaba a lo lejos. Finalmente, salió a la sala común donde los demás la esperaban. Hubo risas, pero esta vez, no las suyas. —¡Oh, miren! ¡Es un bebé! —gritó Lincoln, señalando a Luan. Los demás comenzaron a comportarse acorde al plan. —Aw, ¿quién es una linda bebita? —dijo Luna con una voz suave, mientras tiraba suavemente de la mejilla de Luan. El rostro de Luan se puso colorado de inmediato. Intentó reír, pero el rubor en su cara traicionaba su incomodidad. No pasó mucho tiempo antes de que Lena y Lana comenzaran con la próxima etapa del plan: cada vez que Luan trataba de hablar, alguien le metía un chupete en la boca. —¡Mmmph! —protestó Luan, mientras Lena le metía el chupete. —Los bebés no hablan, sólo balbucean. —dijo Lena con una sonrisa traviesa. El día continuó, y Luan fue obligada a gatear en el suelo, beber de un biberón y, lo peor de todo, su obligación de usar el pañal comenzó a ser una humillación verdadera. En un momento dado, Lincoln se acercó y le susurró. —¿No es divertido cuando las bromas están del otro lado, Luan? —le dijo, con una sonrisa maliciosa. El día entero fue una tortura para Luan. A medida que las horas pasaban, Lincoln y los demás disfrutaban de su dulce venganza, pero pronto el juego tomó un giro inesperado. De repente, Luan sintió un retortijón en el estómago, y antes de que pudiera detenerlo, se dio cuenta de lo que estaba por suceder. Un olor desagradable llenó la habitación. —Oh no, nuestro bebito necesita un cambio de pañal. —dijo Lana, tratando de sonar seria, pero no podía contener la risa. La cara de Luan era un poema de desesperación y vergüenza. Todos sabían que había llegado a su límite. —¡Ok, ok, ya basta! —gritó Luan, tratando de quitarse el disfraz. Lincoln reconoció ese tono. Sabía que habían llegado demasiado lejos y que ya era suficiente. —Está bien, Luan, aquí termina la broma. Pero espero que hayas aprendido una lección. —dijo Lincoln, ayudándola a quitarse el disfraz. Luan, aún roja y humillada, asintió. —Lo he hecho... me he pasado de la raya con mis bromas. Esta vez fui yo quien probó su propio sabor. —admitió con una sonrisa avergonzada. Y así, el reinado de bromas de Luan llegó a su fin. Lincoln y el resto de la familia aprendieron que la venganza puede ser dulce, pero también que es importante saber cuándo detenerse. Como resultado, las bromas en la casa Loud se volvieron más suaves y respetuosas, y aunque todavía reían juntos, siempre recordaban aquel día cuando Luan fue la "bebé" de la familia.
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