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"El Experimento Multiversal de Emilia: De Ingeniera Cuántica a Bebé Perdida"

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This humorous story follows Emilia, a quantum engineer who accidentally becomes stranded in a universe where everyone wears diapers. With her clothes mysteriously missing, Emilia must navigate the unexpected role of a lost baby amid strange encounters and embarrassing moments. Desperate to return home, she finds her way back through a chaotic adventure, ultimately learning a valuable lesson about the unpredictable nature of the multiverse.
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Emilia era una ingeniera cuántica con ideas revolucionarias y una inclinación por lo estrafalario. Había logrado crear una máquina para viajar entre multiversos, una caja de metal brillante con un panel lleno de botones y luces. Emilia, siendo aventurera por naturaleza, decidió probarla.

Con un brillo parpadeante y un sonido que parecía un acordeón desafinado, Emilia se encontró en otro mundo en menos de lo que se tarda en decir "experimento fallido". Pero algo no estaba bien. Cuando abrió los ojos, notó que estaba de pie en el medio de una plaza animada... y que toda su ropa había desaparecido, excepto por un enorme pañal esponjoso. Rápidamente se cubrió el pecho con las manos, sus mejillas se tornaron de un rojo tomate.

"¿Qué demonios es esto?", pensó Emilia, sintiendo la brisa en lugares donde no debería sentirla.

Antes de poder procesar lo que sucedía, se le acercaron dos mujeres vestidas con blusas de colores alegres y pantalones cortos, también con pañales a la vista.

"¡Mírala, es una bebé perdida!", exclamó una de ellas, con una voz que parecía salida de un programa infantil.

"¡Ay, pobrecita! Vamos, llévala a casa, necesita un buen cuidado," añadió la otra, tomándola de la mano mientras Emilia intentaba resistirse.

"¡Espera, espera! No soy una bebé, soy... ¡Oye, suéltame!", dijo Emilia, tratando de zafarse, pero las dos mujeres eran sorprendentemente fuertes—o ella estaba sorprendentemente débil.

La llevaron a una casa colorida y llena de juguetes de todos tamaños. Emilia apenas tuvo tiempo de argumentar antes de que la empujaran hacia una enorme cuna. Sentada allí, viendo a su alrededor toda esa parafernalia infantil, sintió que algo se revolvía en su estómago. "Ay, no...", murmuró.

"¡Hora de cambiar el pañal, bebé!", canturreó una de las mujeres de manera inquietantemente feliz.

"No, no, no. Esperen. Yo... no quiero..." Antes de que pudiera terminar, Emilia se dio cuenta de que había perdido la batalla con su sistema digestivo. El pañal ya no estaba limpio.

"¡Oh, estás sucia! Vamos a limpiarte," dijeron mientras Emilia se sentía como una mezcla de vergüenza y frustración. Rápidamente y con una destreza que solo este universo podía tener, la limpiaron y le pusieron un nuevo pañal.

"Esto no puede estar pasando," Emilia pensó mientras la ponían en un carrito de bebé gigante. "Necesito encontrar mi máquina y salir de aquí."

La casa era un laberinto de color, con peluches y muñecas de dimensiones bíblicas. A cada giro, más y más mujeres en pañales la señalaban y susurraban cosas como "qué lindo bebé" o "¿es nuevo?" Y Emilia solo quería gritar.

De repente, escuchó algo familiar. Una especie de zumbido de motor cuántico. La esperanza le hizo brillar los ojos. Era la máquina de multiverso.

"Allá está mi salida," pensó, guiñando los ojos y salivando como un perro de Pavlov. Pero estaba en el otro extremo de la habitación y la maquinaria era vigilada por una mujer con pañales aún más grandes que los de las demás.

"¡Bebe, no vayas allí!", gritó una de las mujeres que la había traído.

Emilia no escuchó. En pocos pasos, alcanzó la máquina y...

BOOM.

Otra ráfaga de luz, otro acordeón desafinado. Emilia abrió los ojos y se encontró de nuevo en su laboratorio, completamente vestida y agradecida por cada centímetro de tela que tenía encima.

"Bueno, eso fue... educativo," suspiró, apagando la máquina y encogiéndose de hombros.

Quizás, pensó Emilia mientras tomaba un sorbo de su café frío, debería poner una advertencia en la máquina: "Cuidado: El multiverso incluye mundos extraños."

Y con esa nota, Emilia suspiró profundamente y apagó las luces de su laboratorio, tratando de olvidar los eventos y prometiendo no tocar más botones sin leer primero el manual.

Fin.

This story was generated by user losafg with assistance by one of OpenAI’s large-scale language-generation model; prompts used to help generate the story are shown below.

Images were generated with OpenAI's AI system, DALL·E 2, or uploaded by the user.

AI Prompts

Prompt: Créame una historia donde, Emilia Menos viaja por el multiverso. Y ella viaje a un multiverso donde las mujeres grandes usan pañales. Y ella al llegar nota que toda su ropa desaparecía y solo tenía un pañal y se sonroja al ver que no tenía nada más y ella se tapa sus tetas con sus manos. Que la historia trate de Emiliano tratando de volver a su multiverso, que la historia tenga diálogos. Que la traten como si fuera bebe. Y se haga popo en sus pañales. Y también que la hagan hacer otras cosas de bebés (tu inventante algo)

Response: Emilia era una ingeniera cuántica con ideas revolucionarias y una inclinación por lo estrafalario. Había logrado crear una máquina para viajar entre multiversos, una caja de metal brillante con un panel lleno de botones y luces. Emilia, siendo aventurera por naturaleza, decidió probarla. Con un brillo parpadeante y un sonido que parecía un acordeón desafinado, Emilia se encontró en otro mundo en menos de lo que se tarda en decir "experimento fallido". Pero algo no estaba bien. Cuando abrió los ojos, notó que estaba de pie en el medio de una plaza animada... y que toda su ropa había desaparecido, excepto por un enorme pañal esponjoso. Rápidamente se cubrió el pecho con las manos, sus mejillas se tornaron de un rojo tomate. "¿Qué demonios es esto?", pensó Emilia, sintiendo la brisa en lugares donde no debería sentirla. Antes de poder procesar lo que sucedía, se le acercaron dos mujeres vestidas con blusas de colores alegres y pantalones cortos, también con pañales a la vista. "¡Mírala, es una bebé perdida!", exclamó una de ellas, con una voz que parecía salida de un programa infantil. "¡Ay, pobrecita! Vamos, llévala a casa, necesita un buen cuidado," añadió la otra, tomándola de la mano mientras Emilia intentaba resistirse. "¡Espera, espera! No soy una bebé, soy... ¡Oye, suéltame!", dijo Emilia, tratando de zafarse, pero las dos mujeres eran sorprendentemente fuertes—o ella estaba sorprendentemente débil. La llevaron a una casa colorida y llena de juguetes de todos tamaños. Emilia apenas tuvo tiempo de argumentar antes de que la empujaran hacia una enorme cuna. Sentada allí, viendo a su alrededor toda esa parafernalia infantil, sintió que algo se revolvía en su estómago. "Ay, no...", murmuró. "¡Hora de cambiar el pañal, bebé!", canturreó una de las mujeres de manera inquietantemente feliz. "No, no, no. Esperen. Yo... no quiero..." Antes de que pudiera terminar, Emilia se dio cuenta de que había perdido la batalla con su sistema digestivo. El pañal ya no estaba limpio. "¡Oh, estás sucia! Vamos a limpiarte," dijeron mientras Emilia se sentía como una mezcla de vergüenza y frustración. Rápidamente y con una destreza que solo este universo podía tener, la limpiaron y le pusieron un nuevo pañal. "Esto no puede estar pasando," Emilia pensó mientras la ponían en un carrito de bebé gigante. "Necesito encontrar mi máquina y salir de aquí." La casa era un laberinto de color, con peluches y muñecas de dimensiones bíblicas. A cada giro, más y más mujeres en pañales la señalaban y susurraban cosas como "qué lindo bebé" o "¿es nuevo?" Y Emilia solo quería gritar. De repente, escuchó algo familiar. Una especie de zumbido de motor cuántico. La esperanza le hizo brillar los ojos. Era la máquina de multiverso. "Allá está mi salida," pensó, guiñando los ojos y salivando como un perro de Pavlov. Pero estaba en el otro extremo de la habitación y la maquinaria era vigilada por una mujer con pañales aún más grandes que los de las demás. "¡Bebe, no vayas allí!", gritó una de las mujeres que la había traído. Emilia no escuchó. En pocos pasos, alcanzó la máquina y... BOOM. Otra ráfaga de luz, otro acordeón desafinado. Emilia abrió los ojos y se encontró de nuevo en su laboratorio, completamente vestida y agradecida por cada centímetro de tela que tenía encima. "Bueno, eso fue... educativo," suspiró, apagando la máquina y encogiéndose de hombros. Quizás, pensó Emilia mientras tomaba un sorbo de su café frío, debería poner una advertencia en la máquina: "Cuidado: El multiverso incluye mundos extraños." Y con esa nota, Emilia suspiró profundamente y apagó las luces de su laboratorio, tratando de olvidar los eventos y prometiendo no tocar más botones sin leer primero el manual. Fin.

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